Provocar es fácil, incluso en pleno siglo XXI. Ahora bien, hacerlo con un discurso sólido y cuestionando el statu quo está al alcance de pocos. Eso es lo que llevan haciendo años The Knife, pero con su último trabajo, “Shaking The Habitual”, han ido aún más lejos: pocas veces un disco (y un directo) han dado tanto que hablar y han provocado reacciones tan encontradas.
Conseguir esta entrevista ha sido más complejo que otras porque preferíais que os entrevistara una mujer y que además tuviera un perfil político.
Karin: Sí, dijimos desde el principio que queríamos hacer entrevistas con mujeres, porque hasta ahora la proporción ha sido del 90% de hombres.
Olof: Nos dimos cuenta de que estaba muy desequilibrada.
Karin: Sí, no hay nada de equilibrio y nos preguntábamos si no había más mujeres periodistas musicales, y por eso lo pedimos, porque sólo nos han entrevistado hombres, y si además no tienen un punto de vista feminista entiendo que puede ser difícil entender por qué lo pedimos.
Parece que últimamente se está reavivando el debate sobre la representación de la mujer en los medios, en la música (Solange y Grimes denunciaban hace poco el machismo), en la reivindicación de un lenguaje inclusivo y que hace que mucha gente se sienta incómoda. Vosotros también habéis hecho vuestro este discurso en el último disco. ¿Qué reacciones habéis recogido?
Kim: Creo que es un discurso con el que mucha gente no se va a sentir cómoda nunca. No deja de ser política y el propio disco no deja de ser un posicionamiento político, pero era algo que queríamos hacer.
Zoë: Ahora mismo nos hemos convertido en el país con la mayor tasa de desigualdad, y sigue subiendo, pero al final también hay como una escala que mide cuándo puedes cuestionar algo, y si nos comparamos con el resto de los países europeos en crisis, en Suecia las cosas aún van relativamente bien, lo que te permite poder hacer frente a otros problemas, porque aparentemente hay cosas menos graves a las que se puede dedicar tiempo, cosas que objetivamente no son tan urgentes.
Olof: Además también hay un lobby muy fuerte, muy potente, interesado en promover la imagen de Suecia como país muy desarrollado y no racista, así que es una idea producida que se ha propagado.
Kim: Si hablamos de racismo, no es que en Suecia no exista, es que está mucho más escondido, pero también tiene que ver con el uso que se hace del espacio público. Aquí, por ejemplo, usáis mucho la calle como un escenario para la protesta, lo tomáis y lo empleáis de una forma radicalmente distinta. Tengo amigos en Argentina que me hablan de cómo se manifiestan en la calle contra el machismo, y en Suecia eso no se hace tanto.
Sí, aquí la calle es un espacio para protestar, pero los que mueven los hilos siguen en sus poltronas, con todo bien atado: en Grecia llevan en la calle desde que empezó la crisis y las cosas sólo cambian a peor para los de siempre.
Karin: Sí, sí, sí.
Olof: Pero creo que es importante que la gente salga.
Sí, claro, si no puedes cambiar el sistema al menos le puedes molestar…
Karin: Exacto.
Zoë: Hace unos días hablábamos con un periodista de cómo la música es absolutamente apolítica ahora, y no sólo la música, sino la industria musical, y todo, y no sé cómo a veces hay gente que no entiende lo que transmitimos, porque es tan explícito… Así que a veces tienes que dejar claro que sí, que lo que haces es político, pero no sólo en cuanto a actitud, el sonido o la forma en que éste se organiza, sino todo. Es difícil manufacturar un eslogan.
A veces pienso en grupos de 25 años que sólo saben escribir canciones de amor, de qué bonito es todo, de no puedo vivir sin ti, y me entran ganas de decir: “mira alrededor, está todo lleno de mierda, no pretendo que seas Ian MacKaye, pero el sistema está podrido y sólo sabes cantar sobre el amor cuando está en juego tu futuro”.
Karin: Cuando empezamos a trabajar en este disco teníamos claro que lo que nos unía son nuestros intereses políticos y que la música es nuestra herramienta de trabajo y de lucha, es algo que hemos hecho durante años, y si nos dedicáramos a otra cosa probablemente seguiríamos trabajando sobre las mismas cuestiones, desarrollando las mismas ideas pero con otros medios. No puedo evitar mirar alrededor y pensar que tengo que hacer algo al respecto. Mucha gente que trabaja en la música no lo hace así porque no están interesados en decir nada sobre la sociedad o lo que está pasando, y son posturas muy distintas.
Kim: Para mí es imprescindible plantearse algunas preguntas, son condicionantes de mi trabajo, necesito plantearme qué hay detrás, qué es lo que está pasando, qué es lo que pasa en todas partes, qué es lo que ves, qué significa… y hay muchas de esas cosas que no se plantean en la industria musical. Y nosotros venimos de campos muy distintos: del arte contemporáneo, de la danza moderna, las artes visuales… así que a lo largo de todo el proceso ha sido muy interesante comparar todo y ponerlo en común.
Es como integrarse en el sistema para boicotearlo…
Karin: Creo que cuando vamos a festivales, al menos es la forma de infiltrarse en el sistema, porque tenemos que estar en unas condiciones determinadas, siguiendo los arreglos del festival, quedándonos aquí (señala el lobby del hotel Princess, un hotel de lujo frente al recinto del Fórum), es todo súper jerárquico, en los festivales europeos casi todos los que se encarga de hacer el booking de grupos son hombres, los agentes son hombres, casi todos los grupos son hombres, bla, bla, bla… Es todo muy patriarcal, así que cuando venimos a festivales como éste tenemos que ser muy conscientes de que estamos en una zona en la que no nos sentimos muy a gusto, pero a la vez es muy interesante y muy divertido jugar con todas estas ideas, con la idea de la autenticidad, de lo que es realmente un concierto político, lo que debe pasar en un escenario. Es todo muy clásico, se mide todo, incluso cuántos instrumentos analógicos llevas. Así que es muy divertido meterse en estos espacios haciendo lo que hacemos. Sé que es difícil, hemos estado de gira tres semanas y por supuesto que hay gente que compra la entrada sólo para vernos, pero es más emocionante hacerlo aquí, donde también ha venido otra gente.
Karin: ¡Espero que no!
Olof: No, el nuestro no, o no tocaríamos.
Karin: Ésa es otra de las cosas: no tenemos patrocinadores, y para nosotros lo de los anuncios es algo muy duro en los festivales, así que en cada festival tienes que mirar todo y ver cuánto tienes que comprometer tus principios. Así que para nosotros este verano es como un experimento, porque hacemos unos quince festivales… y luego ya veremos.
Zoë: Normalmente tocamos en sitios donde hay 2.000 o 3.000 personas, y aquí el público es mucho más numeroso y nos interesa ver cómo funciona nuestro show, cómo lo podemos hacer… Es tan grande todo.
No sé qué público esperáis encontrar hoy, creo que teniendo en cuenta la programación del festival para esta noche puede ser una mezcla curiosa, porque hay una parte del cartel que atrae un público más ecléctico, pero hay otra que parece diseñada para el clásico hombre blanco heterosexual.
Olof: Jajaja, ellos serán los primeros en salir corriendo.
Karin: Sí, se irán en seguida. Siempre que tocamos los primeros en irse son los clásicos varones heterosexuales blancos de edad media, es el tipo de concierto equivocado para ellos.
Olof: Cuando empezamos y nos movíamos en una escala modesta la gente se enfadaba con lo que hacíamos, pero ahora hemos alcanzado un nivel que nos permite hacer una serie de cosas. También para nosotros es muy importante el ser un colectivo, porque nos sentimos más fuertes, y cuando cuestionan lo que hacemos nos tenemos los unos a los otros, y sabemos qué estamos haciendo y por qué.
Lo entiendo: si estás tú sólo es fácil señalarte como el loco, pero si hay más gente alrededor que te apoya a lo mejor alguien se cuestiona todo y se pregunta lo que pasa.
Olof: Exacto.
Algo así os ha pasado también con el disco: no hay término medio y la gente lo odia o lo adora.
Olof: Sí, es igual que con el show.
Zoë: ¡Exactamente igual! Y me siento tan fuerte con lo que estamos haciendo… me parece increíble ahora que la gente se mueve tanto en los puntos medios y que todo es tan tibio, que no se moja, me encanta poder hacer algo así, que es como “zas, zas” (finge dar puñetazos al aire).
Karin: Ja, ja, ja.
Zoë: Creo que lo hacemos es muy difícil, y en mi campo, que es la coreografía, es directamente imposible, es el terreno del ‘tal vez’. Aquí es ‘o lo amas o lo odias’.